La cocina, como la vida, variaba según las posibilidades económicas, y las estaciones climatológicas del año, que daban unos productos u otros, también las recetas variaban según el gusto, de quien cocinaba, de ahí que la misma receta variase en ingredientes de una casa a otra. Desde luego la variedad gastronómica era escasa en tiempos antiguos y muy simple, no había para más, y estos pocos platos eran una delicia y exquisiteces que sólo se podían degustar en contadas ocasiones al año, sobre todo la repostería o ensaladas. No hemos querido hablar de comidas comunes como el cocido de garbanzos, el arroz con carne o sin ella, las habichuelas... o algún guiso de papas con carne, o el bacalao, boquerones o sardinas en arenque que se comía en Cuaresma y Semana Santa, con alguna sopica de ajo o tortillas de habas o espárragos. Era una costumbre en Jódar el “echar los ALCAPARRONES” o “ALCAPARRILLA” en una orza con su paja encima para que “se hiciesen” y servirlos lavados con un poco de vinagre, o las orzas de ACEITUNA “BILLOTERA”  o de AGUA aliñadas con hierbas aromáticas y cáscara de naranja, o las conservas de tomate para el invierno en botes de cristal, o las delicias de EMBUTIDOS propios de la matanza y sus derivados que eran auténticos y escasos manjares que se comenzaba a hacer desde el día de San Andrés (30 de noviembre) la morcilla de cebolla, la extremeña, la “gutifarra” o el chorizo; siendo las frutas y hortalizas escasas, y sólo de temporada. Un regalo del día de Reyes, muy preciado, era una naranja. Pero nada se puede comparar como un buen HOYO de pan, aceite de oliva, un tomate espanchurrao y un poco de sal, y si se le echa bacalao mejor. O con pan con aceite y azúcar y si llevaba una onza de chocolate mejor. En los Viernes de Cuaresma se solía hacer ARROZ CON LECHE y NATILLAS.

Unas de las tapas más conocidas en verano son los CARACOLES, servidos en vasos con su caldo, acompañados de hierbas aromáticas.