El día de los Santos, es costumbre visitar a los familiares y amigos fallecidos. Nuestro cementerio se encuentra arreglado, las tumbas, panteones y bóvedas están repletos de flores. En el centro del cementerio se encuentra la ermita de San Sebastián y la Virgen de las Penas, construida en 1893, y cuyo retablo y titular fueron traídos de la antigua ermita de San Sebastián, situada en el Ejido.La Imagen de la Virgen fue traída en 1974 y es obra del cordobés Martínez Cerrillo.
En el Pradillo se instalan chiringuitos que venden chucherías para los niños.
Una de las costumbres es pasearse por todo el cementerio mirando bóvedas y tumbas, buscando a seres conocidos o admirando muchos panteones, algunos de enorme valor artístico y de afamados escultores.
Al llegar la noche, es tradicional que las familias se reúnan y cenen juntas las tradicionales gachas, castañas y flores, mientras por las calles la chiquillería con grandes ollas de gachas tapan las cerraduras de las puertas con pegotes de gachas ante el desagrado de muchos vecinos. Antiguamente el día dos, salía la procesión de las Ánimas por las llamadas callejuelas y calles junto al Castillo, en recuerdo del antiguo cementerio parroquial que había antiguamente por esas calles.
Durante todas las noches del mes de noviembre salían pidiendo los hermanos de Ánimas, cofradía que ya existía en el siglo XVI. Salían con una campanilla y un cepillo pidiendo. La Hermandad de Ánimas celebraba tradicionalmente una novena que comenzaba el día 2 de Noviembre y al domingo siguiente al acabar la novena el abanderado de la Cofradía ofrecía un refresco.
En el mes de Noviembre o de los santos era tradición que los hermanos de ánimas salieran a pedir de casa en casa entre dos luces, es decir, al anochecer. El hermano que pedía llevaba un cepillo con una lamparilla en la mano y en la otra una campanilla, tocándola y cuando llegaba a la puerta de la casa, saludaba diciendo “las benditas ánimas”, si les daban una limosna, este decía “las ánimas te den el premio” y si no le daban nada decían “las ánimas nos perdonen”.
Esta hermandad era muy pobre y por eso pedían durante todo el mes para poder pagar su cuota, era costumbre que por la noche asistiesen en la Parroquia a los actos religiosos que se celebraban durante este mes.
Al final venían con su bandera verde y morada abriendo la procesión hasta el altar de las Ánimas donde se cantaba el responso, mientras las campanas doblaban, una vez terminado el responso se colocaba una mesa detrás del cancel para que los fieles que asistían dieran su limosna.
Esta hermandad celebraba su fiesta religiosa el primer domingo o segundo de noviembre. Después se trasladaban a casa del hermano que tenía la fiesta ese año, donde tenía lugar un pequeño refresco. Un hermano tenía un cetro con la Virgen del Carmen y las Ánimas, no se sabe si el que lo llevaba era el presidente o el hermano mayor.
Últimamente esta hermandad tenía muy pocos hermanos y muy mayores, quizá este fuese el motivo de su desaparición hace años. Actualmente se ha revitalizado con su unión a la hermandad del Rosario y de la Aurora. Hace muchos años se celebraba su fiesta, por la tarde salía la procesión de la Parroquia, y el recorrido era el siguiente: callejuela, llamada de los muertos, porque ahí estuvo el Cementerio Parroquial, calle del jabón (Álcázar) y trascastillo (conde Salvatierra), donde se enterraba a los muertos del cólera de 1834. En aquellas fechas esta calle no existía, solamente había eras, cantaban unos responsos y volvía a la iglesia.
Los hermanos de Ánimas antiguamente cuando una persona moría y no tenía a nadie o eran muy pobres, esta hermandad tenía una caja parecida a unas andas y en ellas metían el cadáver y le daban sepultura, era la llamada "caja de las ánimas". Las misas que se celebraban por la mañana desde Santa Lucía hasta la nochebuena se aplicaban por las almas de los difuntos. Las munidas y alabaos, eran cantados y tocados por estos hermanos de Ánimas, que nos dejaron tantísimas coplillas.
Además de las munidas, para las misas de alba que daban comienzo el día de Santa Lucía también salían los tres días de Pascua tocando y cantando por las calles. Se paraban en las puertas donde les daban una limosna y cantaban una coplilla. Además de dinero también les daban morcillas, higos secos, pimientos secos ensaltadaos y panochas de maíz florero. Todos estos productos que recibían eran la mayoría por promesas, cuando compraban un lechón, prometían a las Ánimas que sino se les moría les darían algo del cerdo cuando hiciesen matanza.
El día de los Santos Inocentes todo esto se subastaba o se vendía en la plaza, y con este dinero disponía la hermandad para sus gastos. En torno de las Ánimas y sus hermanos y devotos, antiguamente se contaban historias y anécdotas de cómo eran socorridos en sus necesidades por las benditas Ánimas.
Algunas personas tenían la costumbre de pedirle a las Ánimas que las despertaran a una hora concreta de la noche. La hermandad de Ánimas fue una de las más antiguas de Jódar, y es muy recordada por las personas mayores. La noche de los Santos contaban las personas mayores, que toda la noche doblan las campanas y que mujeres mayores se quedaban toda la noche para cuidar que no se apagasen los faroles. También era costumbre que el día de los Binaos o difuntos, los sacerdotes en el cementerio se celebrase la Santa Misa y después cantaban responsos en las tumbas de los difuntos que sus familiares lo pidiesen.